Si alguna vez te aterrorizó la idea de que seas enterrado con vida, no eres el único. Para la tranquilidad de muchos, existen los Ataúdes de Seguridad.
El miedo a ser enterrado vivo como consecuencia de haber sido diagnosticado muerto por error, se conoce como ‘Tafofobia’ y es más común de lo que parece.
A lo largo de la historia (antes de la llegada de la medicina moderna) han habido cientos de casos de personas que han sido accidentalmente enterradas vivas.
En 1844, el escritor Edgar Allan Poe, aprovechando este miedo generalizado y muy común en esa época, generó aún más terror en el público con su novela ‘El entierro prematuro’.
Primeros ataúdes de seguridad
A partir del siglo XIX numerosos inventores han diseñado los llamados “safety coffins” ataúdes de seguridad.
Su objetivo: rescatar a la persona que haya sido enterrada aún con vida.
Los distintos diseños fueron cambiando con el paso de los años. Uno de los primeros consistía en un tubo que permitía el flujo de aire para que la persona pueda respirar. También contaba con una cuerda que le permitía hacer sonar una campana ubicada sobre la tierra para llamar la atención del guardia del cementerio.
Otra invención constaba de un dispositivo que al ser golpeado con la cabeza, activaba una señal al mundo de arriba, como una bandera roja. Por medio de un tubo, la persona podía respirar mientras esperaba que fueran a su rescate.
Luego se inventó un ataúd que contaba con una ventana de vidrio. Permitía a los vivos observar al cadáver y asegurarse de que estuviese muerto.
En el caso de que no fuera así, la persona podía romper el vidrio con la cabeza, recibir aire y hacer ruido para que con suerte lo puedan rescatar.
En el año 1904 se inventó un ataúd que incluía un elaborado sistema de circuitos cerrados. Se abría un depósito de oxígeno y permitía enviar una señal en forma de código morse a través de un sistema de cables.
Hoy en día, la medicina moderna permite determinar si alguien está muerto con mucha más certeza que en siglos pasados.
El miedo aun presente
Las prácticas de autopsias y embalsamiento, hacen casi nula la posibilidad de que una persona sea enterrada viva.
Pese a que no hay registros que demuestren casos en donde se hayan salvado vidas gracias a un ataúd de seguridad, la tafofobia aún existe y mucho.
Hay religiones que requieren el entierro dentro de las 24 a 48 horas posteriores a la muerte y prohíben todo tipo de inspecciones invasivas que podrían determinar que la persona esté de hecho muerta.
Por esto es que aún se continúan patentando inventos de ataúdes de seguridad más modernos. En el 2014 se patentó el último modelo que ofrece la posibilidad de simplemente presionar un botón y así enviar una señal al mundo exterior.